EL DIRECTOR
Nació el 29 de marzo de 1967 en París (Francia), en el seno de una familia de emigrantes judíos lituanos. Sus abuelos, provenientes de Polonia y Lituania, se afincaron en Francia en la década de 1920.
Hazanavicius se educó en el judaísmo en un ambiente bilingüe, pues con su familia hablaba francés y yidish.
Es hermano del también actor Serge Hazanavicius y está casado con la actriz franco-argentina nacida en Buenos Aires, Bérenice Bejo que ha participado en algunas de sus películas y es protagonista de The Artist.
Desde muy pequeño fue un gran aficionado al cine, ya fueran películas poco conocidas en versión original o las más populares.
Debutó como director en 1999 con la película Mes Amis una comedia en la que actuó su hermano Serge; el éxito lo alcanzaría en su país natal con sus siguientes realizaciones OSS 117: El Cairo, nido de espías (2006) y OSS 117: perdido en Río (2009), ambas narran en tono de comedia las desventuras del espía francés "Hubert Bonisseur", y el reconocimiento mundial le llegaría en 2011 con la película muda The Artist.
CRÍTICA
Es difícil convencer al espectador hoy en día para que gaste su dinero en una película de estas características. Casi dos horas de cine mudo y en blanco y negro. Pero merece la pena. Y mucho.
Creo que debemos estar agradecidos por todos los avances que han supuesto las técnicas cinematográficas desde los años veinte del pasado siglo. Terminando por el 3D (correctamente manejado) y comenzando por el paso del cine mudo al sonoro. Pero tampoco podemos olvidar que, precisamente, cada carencia era suplida por aquellos artesanos de los inicios con una gran dosis de maestría que la película The Artist viene a homenajear.
Gente como Griffith, Murnau o Chaplin sabían que ese teórico hándicap tenía que ser cubierto por un inmenso cuidado en la planificación y fotografía de cada plano (de tal forma que ese plano tenía que hablar más allá de los movimientos de labios de los personajes), y que los actores tenían que dotar de más expresividad a sus gestos, expresiones y miradas.
Esas virtudes, que se han perdido (aunque sustituidas por otras) en el cine moderno, se encuentran, como en un tesoro oculto muchas décadas atrás que desenterráramos hoy en día, en esta película dirigida por Michael Hazanavicious.
La película es una espléndida crónica, con una pasión que se contagia al espectador, del paso al cine sonoro, y las dificultades de adaptación de las estrellas del cine sonoro que ven, como de pronto, todas sus técnicas de interpretación ya no sirven para nada, encontrándose, además, con la presión de las nuevas estrellas emergentes que les van quitando el sitio.
Este planteamiento, que guarda puntos de semejanza con el clásico Cantando bajo la lluvia es perfectamente transmitido por las imágenes sin diálogos de la cinta, y, por supuesto, por una extraordinaria actuación, que le valió el Óscar a la mejor interpretación masculina, del actor galo Jean Dujardin.
Es encomiable especialmente la capacidad camaleónica del intérprete (que además de dar vida al mismísimo Lucky Lucke, tiene un papel pequeño y fundamental en el éxito Pequeñas mentiras sin importancia) para meterse en la piel de George Valentine, y que sea creíble en todo momento.
Una magnífica película que contagia positivismo y que reivindica el amor por el cine. ¿Se puede pedir más?.
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